Héroes de cabecera. (XI) Giuseppe Verdi


¿Quien, no escucha la palabra “VERDI” e instintivamente le viene a la cabeza un sinfín de melodías conocidas? clásicos de la Lírica que desde hace años forman parte del repertorio popular.

Mi vecina del quinto (que entre nosotros, es una fresca) entona con cierta gracia las estrofas de “La Donna e Mobile” de Rigoletto, que repite incansablemente hasta acabar con la colada del fin de semana, en mi familia no hay Nochevieja en la que no acompañemos el Final de Año con las primeras notas (no sabemos más) de “El Brindis” de la Traviata y en la tertulia gastronómica de mi amigo Ramón no dan por concluida una comida sin arrastrar con la boca esponjosa los acordes del primero al último del “Va Pensiero” de Nabucco.

Tanto calor y popularidad parecen imposible que puedan emanar de este hombre pequeño, áspero, con el rostro frío, de mirada incisiva, nariz aguileña y canosa barba.
Así, es como lo recuerdo en un busto de mármol que comparte junto a otros genios de la Opera en el foyer de L’Scala de Milán.

Nació en una familia pobre, y en un pueblo pobre, Roncole, ducado de Parma, (curiosamente, francés en ese momento)
Su inquietud encontró apoyo y mecenazgo en un rico patrón de Busseto, pueblo cercano que frecuentaba para estudiar música, y que costeó su educación en Milán. Como en las películas de reír se casó con la hija del adinerado mentor y como en las películas de llorar, al poco tiempo fallecieron sus mujer y sus dos hijos.

Verdi no componía para la elite musical, sino que lo hacía para el populacho, cuyo principal entretenimiento era la ópera. Buscó temas que fueran originales, interesantes y pasionales, sobre todo pasionales. En plena madurez, sus trabajos son serios con finales infelices y trágicos, en la mayoría de ellos se mezclan sentimientos extremos de odio, amor, celos y miedo, subrayando con su poderosa música estas dramáticas situaciones.

Era un ardiente nacionalista que se manifestaba por una Italia libre y unida, y vió en su música un instrumento más, un símbolo de los italianos oprimidos. Con 28 años, compuso Nabucco, su tercera ópera, consiguiendo un éxito sorprendente y a partir de ese momento sus óperas se volvieron un símbolo de la independencia italiana.

Una década después, presentó dos de sus mejores obras, Rigoletto y La Traviata, con las que enamoró al público, al tiempo que escandalizaba a la crítica formal, que le censuraron su frivolidad para incorporar en libreto y partitura situaciones de violación, suicidio y amor libre. Pero Verdi, era independiente y consecuente con sus convicciones y así vivió con que la sería su segunda esposa durante diez años antes de casarse con ella.

Aquel, al que el conservatorio de Milán un día cerró las puertas, fue diputado electo en el primer parlamento de la Nación, relacionando de esta forma sus primeros éxitos, con la situación política que se vivía en Italia. Aparte de su calidad artística, sus óperas servían además para exaltar el carácter nacionalista del pueblo italiano. Quizás, por esta razón el coro de los esclavos de la ópera Nabucco, es uno de los más conocidos de Italia. Milán, esta vez si, le abrió las puertas de par en par.



Hoy, Verdi, sigue llenando los Teatros de Opera de todo el Mundo y conmoviendo los corazones con los grandes temas del espíritu y el amor y una música tan bella que se queda, obstinada dentro de nosotros, dispuesta para recordarla en cualquier momento. Salimos tarareando “La donna é mobile” o con el alma conmovida por el dueto entre Rigoletto y Gilda.

Y pensar, que en la soledad de su pensión en Milán, cansado y decepcionado a punto de abandonar, arrojó el manuscrito que llevaba entre las manos en un ademán violento y al caer al suelo, éste se abrió descubriendo una página, y sus ojos comenzaron a leer esta estrofa: Va, pensiero, sull'ali dorate (Ve, vuela, pensamiento, sobre las alas doradas). Siguió leyendo, conmovido, fragmento tras fragmento hasta aprendérselo de memoria

El 24 de enero de 1901, las calles adyacentes al Gran Hotel de Milán fueron alfombradas con paja de trigo para que los traqueteos de los carruajes de caballos no molestaran al huésped que agonizaba en el segundo piso a causa de un derrame cerebral. Y cuando, tres días después, se supo de su muerte, los balcones de la ciudad se cubrieron de banderas enlutadas, los teatros cerraron en señal de duelo y una multitud se aglomeró en el entierro del hombre cuya música había inspirado el resurgimiento y la unificación de Italia.

Comentarios

  1. Tengo entendido que para muchos italianos el verdadero himno nacional debería ser el Va pensiero, dado su arraigambre popular y su fuerte sentido nacionalista.

    Muy interesante tu post.

    un abrazo.

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  2. Bellísimo, caro Alfredo.
    un baccio.

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  3. ¡Cuantos no nos habremos acercado a la ópera atraídos por una de las melodías creadas por él!Realmente, de todo lo que has dicho, lo que es cierto seguro es que escribía para el pueblo, no para una minoría, porque aún hoy en día todo el mundo conoce algo de Verdi, sabe quien es, aunque no sepan nada más de lírica. Gracias, Alfredo.

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  4. El "Va pensiero" fue himno de Italia y lo sigue siendo oficiosamente (el oficial es "Fratelli d'Italia"). Desgraciadamente, la ultraderechista Liga Norte se lo está apropiando y es el que usa en sus mítines, como símbolo de rechazo al himno oficial y por tanto a la Italia actual. El "Va pensiero" es mucho más emotivo que "Fratelli d'Italia", el cual, al igual que el himno de España, parece música de charanga, con perdón de los italianos y de los españoles.

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  5. Lo puse en mi blog en el escrito " Parodias de una flor y sus media rotas ", Verdi para mí es un genio convertido en música, para vivirla, claro.

    Saludos.

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  6. Verdi que, a sus ochenta años, es capaz de componer una maravilla como Otello, fue y es querido como pocos ( que bonito detalle ese de evitar que el ruido le molestase!)

    ¡Maestro, siempre será uno de mis héroes de cabecera preferidos!

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  7. que más decir de Verdi, si es como de la familia...

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